Alrededor de las 10:30 de la mañana del 23 de febrero de 1945, un grupo de seis infantes de la marina de guerra de los Estados Unidos levantaba un asta con una bandera norteamericana en la cima del volcán Suribachi. Transcurría la Segunda Guerra Mundial y en la Isla de Iwo Jima se había librado una batalla sangrienta: unos 100 mil soldados estadounidenses neutralizaban las fuerzas de 21 mil soldados japoneses. Ese 23 de febrero, tras unas 2,400 muertes, los seis infantes de marina repetían un acto que marcaría un hito en la historia occidental tras ser inmortalizados por el fotógrafo Joe Rosenthal. Esta imagen fotográfica que ganaría el Premio Pulitzer de 1945, ha sido impresa más de 3,500 millones de veces en carteles y sellos conmemorativos, convertida en una de las esculturas más imponentes de Estados Unidos, y repetida hasta la saciedad por la cultura popular.
Sin embargo, esta acción que forma parte de nuestro imaginario occidental no es casual ni original. La fascinación que provoca el acto de izar una bandera en un territorio conquistado impulsó grandes y arriesgadas travesías durante siglos a lugares inhóspitos e improbables. Y es que ese afán de viaje y conquista convirtió durante mucho tiempo el paisaje y la acción que sobre él incide en en un mito que ideológicamente ordenaba la posición que cada quien ocupaba en el mundo.
El pasado miércoles 21 de enero inauguró en el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico la exhibición titulada “Atraídos por la luz”, una muestra colaborativa entre el artista puertorriqueño Osvaldo Budet y la artista australiana Shona Trescott. La muestra, que gira en torno al cambio climático y al cinismo que implica el Protocolo de Kioto, aborda, desde ejercicios pictóricos y fotográficos muy cercanos al preciosismo, el paisaje del Ártico como un mito poco probable de ser confrontado desde la presencia.
Sin embargo, como una proeza invertida, estos artistas no visitan el Ártico desde un afán colonizador o imperial, ni buscan plantar bandera desde su ejercicio de la mirada. Tanto Budet como Trescott buscan extraer del paisaje esa marca de la conquista que se traduce a contaminación, industrialización y explotación para devolver, como un reclamo cargado de cinismo, una imagen prístina de un paisaje muy lejano a su estado real.
Mientras Shona Trescott juxapone pinceladas clásicas y construye paisajes abstractos contra soportes industriales o sobre transparencias iluminadas con luz solar, Budet corrige el paisaje como un documento monumental desde el uso de diversas técnicas fotográficas. El artista devuelve a ese paisaje nevado una belleza tan idílica como imponente al extraer la huella humana y documentarla en una nueva pieza desde el dibujo, con tinta de carbón, sobre un papel fotográfico en blanco.
Como un reclamo mayor, mientras Trescott contrasta, desde el díptico como herramienta visual, documentos de archivo contra fotografías actuales, Budet se incluye a sí mismo en el paisaje como un agente histórico en el ejercicio de la ciencia, que habiendo sostenido desde la investigación el afán colonizador, advierte hoy en los restos de ese afán, la fatalidad misma.
En ese sentido, la muestra ‘Atraídos por la luz’, reafirma el paisaje del Ártico como un mito – al desmentir la falsedad de su lejanía y señalar la crudeza de lo que soporta – para provocar en el espectador la certeza de que el mito, una vez confrontado, es capaz de revelar no sólo su estructura, sino la realidad misma, desde la inevitable paradoja.
Raquel Torres Arzola, 2015
Todos los derechos reservados.
La muestra ‘Atraídos por la luz’ se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico hasta el 17 de mayo.
Raquel Torres-Arzola, 2015
Todos los derechos reservados.